El otro día en mi lectura de antes de dormir leí por primera vez sobre los Hikikomori, que literalmente se traduce cómo "apartarse, estar recluido" y es un término japonés para referirse a un fenómeno de gente que ha decido quedarse en su habitación evitando todo contacto social posible. Se relacionan con el exterior exclusivamente mediante Internet y la televisión, aunque existen casos extremos en los que el Hikikomori (termino utilizado también para designar a las personas que forman parte del fenómeno) se recluyen en su habitación prescindiendo también de la tecnología y se quedan horas y horas en un misma posición, con la mirada fija,viviendo únicamente en su imaginación. Las personas que han decidido pasar a estar encerrados en su cuarto, normalmente en casa de sus padres para mayor comodidad, suelen padecer un caso muy extremo de fobia social y en algunos casos también padecen agorafobia o miedo a "tener miedo", a sufrir ataques de pánico incontrolados.
Las fobias sociales suelen comenzar en la adolescencia y giran en torno al miedo a ser juzgado por otras personas y por ello llevan a evitar situaciones sociales determinadas. Al contrario que otras muchas fobias, en la fobia social, no hay distinción de sexo en la prevalencia de la enfermedad.
Las fobias sociales se refieren al miedo exagerado y persistente a actuar de una manera humillante o que suponga la evaluación de los demás,ante personas que no pertenezcan al seno familiar. Algunos ejemplos de situaciones a evitar suelen ser: hablar en público, comer y beber en público, ir a fiestas, utilizar los aseos públicos, reuniones de juegos con otros niños, hacer un examen oral o escrito, escribir en la pizarra....
Tener alguna característica diferente del resto de compañeros, como estar más gordo, o tener alguna minusvalía física puede hacerles más vulnerables para desarrollar una fobia social, por el temor a sufrir burlas. Solo se tratará de un fobia cuando la alteración suponga una interferencia en la vida de la persona y/o que le cause malestar intenso o duradero.
En los niños más pequeños las fobias sociales pueden manifestarse mediante lloros, tartamudez, parálisis, abrazos o aferramiento a familiares cercanos junto a la abstención de mantener relaciones con los demás, pudiendo llegar incluso al mutismo.
Suelen acompañarse de una baja estimación de sí mismo y miedo a las críticas. Puede manifestarse como temor a ruborizarse, temblor de manos, nauseas o necesidad imperiosa de micción y a veces el enfermo está convencido de que el problema primario es alguna de estas manifestaciones de ansiedad. Los síntomas pueden desembocar en crisis de pánico y las conductas de evitación suelen muy intensas y en los casos extremos llevar a un aislamiento social casi absoluto, como es el caso de los Hikikomori.
Fomentar una buena autoestima desde pequeños sería una buena defensa contra esta enfermedad tan paralizante. Asimismo, el saber hacer de los maestros, acompañando a las personas tímidas en su pequeños pasos de apertura, en vez de usar reprimendas y de ridiculizar a alumnos frente a sus compañeros, como se hace hoy en día en muchas aulas en las que la competición deja de lado al compañerismo y los logros son enfocados aún de una manera muy individualista, del modo "si tu pierdes, yo gano"
Priscilla.J.Dunstan,
experta de fama mundial en
habilidades parentales, ha viajado por todo el mundo observando las relaciones
entre padres e hijos. Nacida en Australia, estableció en Sydney su célebre
clínica familiar, el Centro de Investigación Priscilla Dunstan. Ahora vive en
Los Ángeles, donde ha fundado un nuevo centro de orientación para padres,
madres, profesionales de la salud y profesores.
Esta misma autora, que también nos
habla de la forma de comunicación que tienen los bebes desde el nacimiento hasta
los 3 a 6 meses, que con distintos tipos
de llanto indican diferentes necesidades, como alimentarse, dormirse, tener
frio o calor…el llamado Dunstan Baby Languaje,
también ha escrito un libro “Los cinco sentidos del
niño” en el que nos habla sobre el origen de los problemas de comunicación
entre padres e hijos. Ella cree que tales problemas de comunicación muchas
veces vienen dados por la falta de armonía entre los diferentes sentidos con
los cuales se comunican padre e hijos. Dunstan ha descubierto que todos
poseemos un sentido predominante: vista, oído, olfato/gusto o tacto. Así,
aunque a veces resulta bastante difícil identificar cual es el sentido predominante en nuestros
hijos y en nosotros mismos, nos deja unas pistas para reconocer el sentido que
predomina en cada niño.
-Los niños auditivos: Son los niños que viven
la vida siguiendo un ritmo y una banda sonora propios. No suelen prestar atención si se les habla de
una forma brusca y enojada. Cuando son bebes pequeños emiten muchos ruiditos
antes de aprender a hablar. Cuando empiezan a explorar la casa, pronto darán
con la radio o el equipo de música y lo encenderán. Les encanta la música,
bailar. No solo atienden a los sonidos sino que también los producen, así que
puede decirse que son niños que se hacen oír, hablan mucho, pueden pasarse todo
el viaje del colegio a casa narrando todo lo que han hecho en el día.
-Los niños visuales: Son tremendamente
observadores, les encantan los colores, las formas. Suelen calificarse como
niños tranquilos ya que mientras tengan una estimulación visual adecuada se
quedan extasiados. Para dormir es mejor que no tengan ningún estímulo visual,
por lo que las mantitas en los ojos dan bastante buen resultado. Son ordenados. Les
es fácil aprender números, letras y palabras, ya que tienen facilidad para “ver”
mentalmente estos datos.
-Niños táctiles: Son los niños que utilizan
todo su cuerpo para expresarse. Si están contentos, saltarán, brincaran, te
abrazarán fuerte. Son bulliciosos, muy activos, atrevidos, vivaces y
agotadores. Siendo bebes les gusta mucho el contacto cuerpo a cuerpo y el momento
de cambio de ropa será uno de sus momentos de crisis. Para construir la
autoestima de estos niños basta con darles un proyecto que realizar, una misión
que cumplir ya que les encanta ayudar.
-Niños gusto/olfativos: Son niños muy sensibles
y les afecta mucho todos los estímulos. Tienen muy desarrollado el sentido del
gusto y son muy explícitos en relación con la comida que les gusta o les
disgusta. Al ser tan sensibles, en sus primeros años tienden a retraerse hacia
un mundo interior. Son niños muy fantasiosos, protectores y leales. Al crecer
mostrarán una capacidad innata para la empatía. La forma de ayudar a estos
niños es mostrándoles la manera de reconocer y respetar sus propias opiniones, preferencias
y deseos.
En el libro nos habla de muchos más modos de
reconocer los sentidos predominantes tanto en los niños, como en nosotros
mismos, los adultos y como fomentar una forma armónica de comunicación a través
del lenguaje que empleamos. Así ante una
misma cuestión podremos actuar de diferente forma según sea nuestro hijo:
El otro día me dijeron en la guardería, que mi hijo había
mordido a una niña, y que ya lo había hecho más veces. Les pregunté que en qué
momento le mordió, suponiendo que sería una riña por algún juguete y me dijeron
que “suponían” que si. Les pregunté a
ver que habían hecho y me dijeron que poco podían hacer porque es muy pequeño
(21 meses), que le señalaron con un toquecito la boca enfadas y le pusieron a
pensar 2 minutos ¿?
A nadie le gusta que su hijo muerda y es más difícil cuando
es el tuyo el que lo hace ya que tienes que vértelas con las demás madres
pensando a ver cómo le educarás y si está consentido y es un salvaje. Supongo
que no pensarán como yo, de forma más benevolente que le están saliendo las 4
muelas, que es muy tenaz, que es enérgico, que no habla bien aún y expresa su
frustración como puede. Con esto no quiero irme al polo de: “prefiero que
muerda él a que le muerdan”, ni mucho menos. No quiero que muerda, ni que le
muerdan y entiendo la posición de cualquier madre que se encuentre en el lado
contrario en el que su hijo o hija sea el mordido, pero pensando el otro día en
la solución adoptada, me pareció una soberana tontería.
Imaginen que un día malo les viene su pareja, o su compañero
de trabajo o un amigo y les dice “no me gusta esto que has hecho, vete ahora
mismo a tu cuarto, o a tu despacho o a tu casa y piensa en lo que has hecho”,
ustedes qué pensarían ¿Qué les han ayudado mucho y que la próxima vez actuarán
mejor y acudirán a esa persona a pedir consejo? O "¿qué derecho tienen de
tratarme así?" Y cuando encima se lo hiciesen delante de mucha gente ¿No se
sentirían bastante humillados? Si no nos parece un trato respetuoso para los
adultos ¿por qué ha de parecérnoslo para
los niños?. Se tiene la extraña idea de que un niño se portará mejor si se le
hace sentir peor, cuando la realidad es la contraria. Un niño se porta mejor
cuanto mejor se siente.
La misma orden da un poco de miedo “vete a pensar” como
si nosotros pudiésemos dominar lo que nadie esté pensando. Probablemente, lejos
de pensar en lo que han hecho pensarán en vengarse por la humillación, o en cómo
hacerlo la próxima vez para que no les pillen o en el peor de los casos
pensarán que son unas personas horribles que no valen para nada.
En los momentos de conflicto, de riñas, de rabietas…la mejor
opción no será el rincón de pensar, humillante y a modo de castigo, sino la
pausa obligada positiva. Está concebida para que los niños se sientan mejor, para
que se calmen de verdad y para que aprendan a salir de un momento de tensión de
forma eficaz. La pausa obligada positiva es un momento de calma en un sitio especial
que ellos mismos han preparado, donde
los niños pueden escuchar música, leer, jugar con algún juguete y cuando se
hayan relajado vendrá el momento de buscar soluciones al problema e incluso a
veces no hará falta, ya que con la propia pausa el problema habrá desaparecido.
-Invertir tiempo en enseñarles el funcionamiento
del la pausa positiva: La mejor forma de enseñarles es el ejemplo. Nosotros los
adultos también podemos necesitar de vez en cuando un momento de calma y tener
preparadas unas revistas o un libro en algún lugar al que retirarnos unos
minutos. En el aula, se puede fabricar entre todos un lugar especial tipo “la
playa”, con algunos juguetes, unos cascos con música, puzles…La profesora no se
va a retirar a ese lugar pero puede sacar un tarro con arena y ponerlo encima
de la mesa cuando necesite unos minutos en los que los niños sabrán que no
deben molestarla.
-Permitir que los niños decoren el sitio
especial: Si los niños no tienen edad suficiente para diseñarla y decorarla,
significa que no tienen edad suficiente para utilizar la pausa positiva y
tendremos que acompañarles de otro modo en sus conflictos. Algunos preferirán decorarla
como una playa, otros como el regazo de
su abuela, otros como unas nubes…Y usaremos estos nombres, menos asociados al
castigo que pausa positiva, cuando vayamos a utilizarla.
-Desarrollar con anterioridad con nuestros hijos
o alumnos un plan para utilizarla: Explicar que a uno de los dos que tenga el
conflicto o a los dos podía irles bien ir a su sitio “feliz” para calmarse e
intentar después buscar soluciones. Por ejemplo diremos ” fulanito estas nervioso, te ayudaría irte a
la playa? O a las nubes?” También es importante la forma de sugerirlo “¿te
ayudaría?” en vez de “vete”. Igual algunos niños están demasiado enfadados para
querer ir y entonces podemos proponerles acompañarles, igual a nosotros como
padres también nos viene bien esa pausa. Si aún así siguen sin querer ir
podemos ir nosotros igualmente, dando ejemplo de cómo una pausa viene muy bien.
-Enseñar a los niños que cuando se sientan mejor
pueden buscar soluciones a su problema. Estas soluciones las buscaremos
realizando preguntas de curiosidad para que sean los propios niños los que
decidan las soluciones y no se las demos hechas. Preguntas como: ¿Que intentabas
conseguir?, ¿Cómo te sientes con lo
ocurrido?, ¿Qué crees que lo ha provocado?, ¿Qué has aprendido de esto y como
puede utilizarlo en el futuro?, ¿Qué soluciones propones ahora?
Demasiado a menudo los adultos intentamos inculcar a nuestros hijos lo que hay que hacer en vez de ayudarles a que ellos mismos saquen las conclusiones y que sepan en un futuro solucionar sus problemas y que se hagan responsables de sus conductas. Esta forma de utilizar las pausas no es permisividad, sino respeto y sin duda es la mejor forma de educar a nuestros niños. Todo el artículo está inspirado en un capítulo del libro “Como educar con firmeza y cariño” basado en la psicología positiva de Jane Nelsen, cuya lectura recomiendo a todas las personas, más aún las que deban educar a niños pequeños. De esta misma autora dejo aquí un vídeo sobre los 5 criterios a seguir para aplicar una psicología positiva en la educación.
martes, 24 de abril de 2012
MUSICOTERAPIA
La música, potencia los valores humanos y espirituales que
ayudan a vivir. Se trata de un mensaje que va dirigido directamente al alma de
las personas, sin pasar por filtros de la consciencia ni del pensamiento
racional. Cuando en el colegio estudiábamos música, la descripción que se hacía
de la misma era: “La música es el arte de combinar sonidos en el tiempo”. Es
una definición ciertamente sencilla, si bien entraña un gran problema a la hora de analizar la
propia esencia musical.
La primera parte de la descripción afirma que la música es
un arte, pero ¿En qué momento empieza a considerarse una arte a diferencia de
unos cuantos sonidos articulados para establecer comunicación? Sabemos que el arte, en general, nace cuando
el ser humano toma conciencia de sí mismo y de su trascendencia. Así podemos
encontrar pinturas rupestres realizadas en cuevas representando animales,
escenas de caza…, por lo que también asumimos que estos seres humanoS primigenios utilizarían su cuerpo y su voz para hacer sonidos que combinasen de
una u otra forma para hacer música. Aquí radica el problema esencial y es que
la música solo existe cuando está sonando. Las partituras, los CD, las
grabaciones…son soportes de la música, pero no son música. Es por ello que podemos
considerar la música como un arte totalmente efímero, del momento en que se
escucha y esto es también lo que la hace tan especial. Te sitúa en el momento presente en el que la
escuchas y a la vez es capaz de transportarte en el tiempo a momentos y lugares
distantes.
En prácticamente todas las culturas y sociedades humanas la
música es considerada un regalo de los dioses. De hecho la palabra música
proviene de la “musas” que vivían en el Olimpo y eran inspiradoras de la
música. El origen de la música el propio ser humano lo relaciona con una
entidad superior, una divinidad. No estamos tan lejos de estas creencias
primitivas cuando hoy en día existen refranes populares como “Quien canta, sus males espanta” y de hecho
se está utilizando la música con efectos terapéuticos muy buenos en diferentes
tipos de patologías: autismo, trastornos de conducta, neurosis, terapias de
socialización…
En este contexto terapéutico la finalidad de la
musicoterapia es la de ayudar al ser humano de muy diversos modos (musicoterapia
preventiva) y de ayudar al ser humano enfermo (musicoterapia curativa). Pero hemos de decir que cualquier actividad
musical en sí misma no es terapéutica, sino que en musicoterapia existen
métodos y procedimientos frutos de investigaciones científicas en los ámbitos
terapéuticos, musicales y musicoterapéuticos.
Ya hemos hablado al principio de cómo la música está
completamente ligada a nuestra parte emocional. Escuchar cierto tipo de sonidos
nos relajan, otro tipo de sonidos consiguen el efecto contrario de
excitarnos, nos llevan a preguntarnos
cosas, nos conducen a la intriga, nos
alegran…y así un gran número de sentimientos y de emociones. Es necesario,
que la vida emocional del ser humano sea
educada, formada, tanto en beneficio de sí mismo como de la sociedad en la que
está inmerso. La alexitimia o incapacidad de expresar los propios sentimientos
es muy común hoy en día. El no saber qué clase de emoción estamos atravesando
nos hace difícil el procesarla y poder expresársela a otra persona con el fin
de solucionar el conflicto. La musicoterapia puede ayudar a fomentar unas u
otras emociones, a poder situarlas y tomar conciencia de ellas.
La Musicoterapia preventiva consiste en actividades musicales, en las cuales los niños participan y se lo pasan bien, a la vez que hay detrás de todas esas actividades, una serie de objetivos destinados a fortalecer y al mismo tiempo prevenir futuros problemas en las siguientes áreas:
- Fisiológica: Influye en el metabolismo y una buena utilización de la misma refuerza el sistema inmunitario.
- Comunicación. Estimula la expresión de problemas e inquietudes.
- Sensitivo: La música toca de directamente todo el sistema emocional del ser humano.
- Cognitivo: Ayuda a desarrollar la concentración y aumentar la coordinación auditiva, visual y motriz.
- Motriz: Ayuda a la lateralización, a conocer el ritmo interior, el esquema corporal y la concentración.
- Social: Fomenta las relaciones sociales.
- Educativo: Ayuda en la formación, desarrollo personal y dificultades de aprendizaje.
El musicoterapeuta realiza una evaluación inicial donde observa el desarrollo físico, intelectual, afectivo y social del niño. Se informa a través de maestros y padres del gusto musical y sonoro de los niños, así como de aquellos sonidos o instrumentos que pueden resultarles desagradables.
Una vez conoce todos estos datos, se plantea unos objetivos con la finalidad de ir mejorando y fortaleciendo cada una de las áreas de desarrollo.
Las sesiones de musicoterapia tienen que ser muy estructuradas para favorecer un ambiente previsible y conocido para el niño.
Se trabaja con el canto, audiciones, improvisaciones, composición de canciones, viajes musicales y tocando instrumentos en función de los objetivos fijados para cada sesión.
Así que, yendo un poquito más allá de las terroríficas clases de flauta de los más pequeños, deberíamos incluir la música dentro de la vida y de las rutinas de nuestros niños aprovechando todas los beneficios que ésta nos puede ofrecer y nos ofrece.Y en el ámbito educativo incluir talleres de músicoterapia con profesionales preparados sería una buena opción.
Llegué tarde, para cuando me quise dar cuenta ya habían
quitado la película del cine y tendré que esperar a que salga en alquiler para
verla. Estoy impaciente.
Hace 3 años leí el libro “Tenemos que hablar de Kevin”
escrita por Lionel Shriver, editada en 2003. La novela cuenta la historia de Eva, una mujer satisfecha consigo misma. Es autora y
editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella. Casada desde
hace años con Franklin, un fotógrafo e iluminador que trabaja en publicidad,
decide, ya cerca de los cuarenta años y tras muchas dudas, tener un hijo. El
producto de tan indecisa decisión será Kevin. Sin embargo, casi desde el
comienzo, nada se parece a los inefables mitos familiares de la clase media
urbana y feliz. Para empezar, Eva siente que Franklin se ha apoderado de su
maternidad y le está convirtiendo a ella en el mero contenedor del hijo por
nacer, privándole de placeres tan apreciados por Eva como el sexo, la gimnasia
o el vino.Desde el
comienzo del libro se aprecia como el vínculo madre- hijo está roto desde el
mismo instante del nacimiento, incluyendo ese mágico momento posterior al
parto.
Tras reflexionar sobre el libro que me tuvo angustiada durante
cierto tiempo, me asaltaban muchísimas preguntas ¿Puede una madre sentir
rechazo por su hijo nada más nacer éste? O planteada la pregunta de otro modo
¿Puede un hijo despertar la antipatía de su madre con su conducta nada más
nacer? ¿Puede un niño mostrar conducta antisocial desde bebé?
Ante una persona antisocial, sobre todo si se trata de un niño
siempre la primera pregunta que se nos viene a la cabeza es si la persona en
cuestión es “así”, o si no ha tenido un entorno favorable para desarrollar una
conducta normal. Mi opinión al respecto es un sí a medias para cada una de las
preguntas. Es decir, el bebé viene dotado con un temperamento singular y único
biológicamente determinado (que pude ser considerado más o menos “difícil” o
“fácil, como se quiera ver). A su vez, los padres ante el nacimiento de un hijo
tienen unas expectativas, que aunque no sean realmente conscientes, están ahí.
Cuando estos dos hechos chocan o son contrarios no logra establecerse un
vínculo sano entre la madre y el hijo.
Por otro lado, diversos estudios como el realizado en 2010 a 120
familias en el Reino Unido, indican que la depresión materna durante la gestación tiene efectos sobre la
conducta del hijo, teniendo éste más probabilidades de desarrollar una conducta
antisocial. La depresión postparto también es un factor que hace que no se
desarrolle un vínculo afectivo sano entre la madre y el hijo con las
consecuencias devastadoras que esto implica ya que a ese niño le costará mucho
establecer vínculos con sus pares en el futuro.
Lo realmente escalofriante de este libro es que, aún tratándose de
ficción, podría haberse basado en una historia real perfectamente, como la del
la Matanza del Columbine, que tuvo lugar el 20 de abril de 1999 en un instituto de enseñanza media de
Littleton,Colorado. Ese día dos alumnos preadolescentes del centro escolar (
Eric Harris y Dylan Klebold) asesinaron a balazos a 11 compañeros y un profesor
y provocaron 23 heridos graves antes de suicidarse.
En un primer momento, las
autoridades introdujeron una perspectiva psiquiátrica para interpretar el
suceso, y esta hipótesis fue adoptada de manera acrítica por los medios de
comunicación. Sin embargo, una investigación llevada a cabo por Aronson parece
desmentir esta conclusión. Tras una cuidadosa revisión del historial académico
y personal de Harris y Klebold, lo que se aprecia es que los informes
elaborados por el tutor de ambos pocas semanas antes del suceso eran
favorables, que, como alumnos gozaban de la estima de sus profesores y que desde
un punto de vista académico estaban por encima de la media de su curso. En sus
familias no había problemas. También se puede descartar un carácter huraño o
insociable, ya que asistían habitualmente a las fiestas y bailes que organizaba
el centro para sus alumnos. Todos estos
datos, contrastados y considerados en conjunto son contrarios a la
interpretación psiquiátrica.
La interpretación de Aronson, que a la larga se acabó imponiendo,
parte de la atmósfera dominante en Columbine. Una atmósfera con prácticas de
exclusión social reflejadas en las llamadas “cintas de Columbine” con diversos
testimonios recogidos inmediatamente después del suceso. Los alumnos favoritos
de la dirección, los que destacaban en las prácticas deportivas y los más
directamente involucrados en la marcha del centro, ejercían un control sobre el
resto y los sometían a un acoso constante, tanto físico como psicológico. Todo
ello ocurría en la más estricta impunidad. Una búsqueda en internet tras la
masacre reveló que muchos jóvenes de EEUU podían adivinar correctamente las
experiencias de rechazo de Harris y Klebold y sin aprobar su conducta daban
muestras de comprensión y empatía hacia ellos.
Todo lo aquí recogido nos lleva otra vez a la misma reflexión ¿Qué
peso tiene el ambiente y que peso tiene la herencia a la hora de intentar
comprender estos terribles actos?
¿Pueden unos buenos vínculos familiares paliar el sufrimiento de un acoso reiterado día tras día
en el colegio? ¿Podría haberse prevenido?
Cuando hablamos de enfermedades como anorexia y bulimia nerviosa, vigorexia o
trastorno de la ingesta compulsiva (no clasificado en el DSM VI-R) nos
referimos muchas veces a enfermedades en sí mismas sin tener en cuenta que los trastornos de la conducta
alimentaria van asociados, en su mayor parte, a
patologías más severas. Es decir, estos trastornos son SÍNTOMAS de algo mucho más arraigado y enraizado en la
personalidad de las personas que las padecen.
En las sociedades en las que contamos con mayor cantidad de
alimentos es curiosamente donde proliferan más los trastornos de conducta
alimentaria. Datos estadísticos:
-En países industrializados tienen una incidencia
del 3,5% en grupos de alto riesgo (mujeres de entre 15 y 35 años)
-Más del 50% de todas las edades han seguido
dieta en algún momento de sus vidas.
-Más del 27% de mujeres afirman tener la
necesidad imperiosa de tomar dulces.
-Un 19% de ataques de bulimia.
-Un 17% de comer empujadas por el estrés.
Leche con amor:
F. Kröger asegura que los hábitos alimentarios son un
reflejo de las necesidades afectivas y de la salud mental de la persona. La
ingesta no es solo un proceso fisiológico con el que el cuerpo se alimenta. Se
trata también de una alimentación emocional la que entra en juego en cada una
de las comidas que realizamos. El
sentimiento de acogimiento está íntimamente ligado a la ingestión de alimentos.
Ese sentimiento de ser querido y cuidado ligado a la ingesta se queda grabado y
no se pierde jamás.
El otro día en clase de Análisis Transaccional, la profesora Amaia Mauriz comentó que ella
siempre pregunta a sus pacientes por sus rituales de antes de acostarse y sus
rituales de comidas porque le parecen muy importantes para hacerse una idea del
estado general de la persona. Esto me hizo pensar en los niños que realizan sus
comidas en soledad, los desayunos por ejemplo. Un niño o niña de 7 u 8 años
tiene la suficiente capacidad cognitiva y
motriz para prepararse el desayuno, sin embargo, los niños no tienen límites si no se los ponen.
Así un niño que desayuna, come o cena solo, se puede comer esa soledad con un
paquete y medio de galletas, o no comer absolutamente nada o comer siempre lo
mismo. No me refiero al aspecto únicamente nutricional. Con el tiempo ese niño
o niña puede ser incapaz de recibir alimento (anorexia), incapaces de recibir
amor, de quererse, o bien incapaces de retener cualquier afecto, de retener el
alimento (vómitos),lo buscan de una forma compulsiva y desesperada pero
inmediatamente lo expulsan fuera de sí porque no se creen merecedores de ello.
Los trastornos de la conducta alimentaria no son solo un
problema de tallas. Si bien es cierto que los cánones de belleza actuales, la
presión social, el abuso de Photoshop, la publicidad etc …no ayudan a erradicar el problema.
Todos los colegios e institutos deberían contar con
programas de prevención que hablen sobre:
-Nutrición: Mitos, fases de crecimiento…
-Cánones de belleza: De la antigüedad a la
actualidad.
-Publicidad: La irrealidad de las campañas.
Pero una vez más quiero recalcar la importancia que debe
darse a los hábitos alimenticios dentro de las casas, en el seno de cada
familia. No quiero culpabilizar con este artículo a las familias de las
personas afectadas ya que de hecho se ha comprobado que muchas personas que
padecen estos trastornos provienen de familias perfectamente ajustadas, pero
por una razón o por otra su mente ha decidido tomar ese derrotero al
enfrentarse con el estrés, quizás preservándoles de sufrir algo peor, a modo de advertencia.
Aconsejo la visualización de este corto : A Contracuerpo, de
Eduardo Chapero- Jackson que expresa muy bien el sentimiento de profunda
soledad y la angustia que padecen las
personas con este tipo de trastornos.
¿De qué dirían que se tratan
estos síntomas? Seguramente, lo primero que se les viene a la cabeza es la
imagen de aquellos niños descuidados, pesados, gritones, inquietos y desobedientes.
Todo el mundo conoce a uno o varios. Un niño con TDAH, enfermedad tan extendida
y diagnosticada últimamente, tan “de moda “, en resumen.
En realidad he sacado estos
síntomas de los criterios diagnósticos (entre varios otros) de la depresión
infantil que, al contrario del TDAH está infra diagnosticada en la actualidad.
Es estadísticamente imposible que
el TDAH esté tan extendido actualmente. En todas las clases nos encontramos, no solo con uno, sino con varios
niños diagnosticados de hiperactivos. Los padres ya pueden respirar tranquilos,
no son ellos culpables, no tienen niños mal educados. Tienen niños enfermos y
les ponen la etiqueta y vuelven a los
colegios con su etiqueta, pero solo con ésta ya que no se les ofrece un
tratamiento adecuado. Siguen teniendo que pasar 7 u 8 horas sentados, quietos,
atendiendo y concentrados. ¿Alguien llega a comprender lo que significa esto
para un niño realmente hiperactivo? Imaginen por un momento que les meten en una
habitación cerrada con un hombre orquesta haciendo ruido y un león gigante
paseándose a su lado y entonces les ponen un cuaderno delante y les dicen que
estén calmados y atentos, que ordenen ideas y que estudien concentrados,
¿podrían?
Como ya he mencionado
anteriormente, el TDAH está sobre diagnosticado. Lo diagnostican psicólogos,
pediatras, profesores e incluso alguna señora en el supermercado se puede
atrever a hacerle un diagnóstico de su hijo en un minuto. En realidad el TDAH
lo puede diagnosticar UNICAMENTE un neurólogo haciendo las pruebas pertinentes dentro de las cuales se encuentran AULA, el más novedoso test objetivo basado en la realidad virtual.
Por otra parte,los test que se utilizan actualmente para el diagnóstico del TDAH, como el de Conners, que consta de una hoja para rellenar por los profesores y otra para rellenar por los padres con preguntas sobre la actividad del niño en su entorno, me parece de muy escasa utilidad ya que se trata de una prueba totalmente subjetiva y sujeta a la percepción de los profesores y los padres, sin duda las figuras menos objetivas que nos podemos encontrar, además de tratarse de personas no entrenadas para la observación sistemática.
Los psicólogos podremos dar un apoyo educativo, orientativo, al niño y a la
familia, pautas que les ayuden a contener la impulsividad de sus hijos, ayudar
a calmar la ansiedad y el sufrimiento del propio niño. Pero ciertamente no es
un trastorno psicológico sino neurológico y
van a necesitar medicación, solo
si es realmente un afectado por el TDAH.
En el otro polo nos encontramos
con el infra diagnóstico de la depresión infantil. El otro día le comenté a mi
madre que en clase habíamos estado hablando de la depresión infantil y me
contestó:” ¡Que bobada! ¿Cómo va a tener un niño depresión?”Y estoy convencida
que mi madre no es la única que piensa así.
La palabra depresión la asociamos
con tristeza, letargo, incapacidad de disfrute…y esos síntomas son ciertos, pero mucho más visibles en
personas adultas. La tristeza adulta se traduce en un niño que dice estar
“aburrido”, la anhedonia adulta en un
niño con falta de interés por hacer nada y la indefensión del adulto, de quien
ha tenido el control y lo pierde, se traduce en las desesperanza del niño,
quien nunca ha tenido el control.
Pero ¿cómo es posible que se
depriman nuestros niños si lo tienen todo? Eso debería darnos que
pensar..Tienen comida de todos los colores y sabores, más juguetes de los que
pueden utilizar, videojuegos, televisión e internet, móviles, con sus sms y
whatsapp. Están totalmente sobre estimulados, todo es inmediato, la información
vuela y lo que es peor, son más hábiles que los propios padres en muchas facetas como el manejo de las nuevas tecnologías. Los padres han dejado de ser los
referentes para pasar a serlo internet con el peligro que eso conlleva. La
información que ellos consideran válida no la buscan en nosotros sino en google
y les vale “cualquier” información. A eso se junta que los padres tenemos cada
vez menos tiempo que dedicar a la crianza porque hoy en día dos no ganan lo que
antes ganaba uno solo. Todo esto deja una gran cantidad de niños sobre
estimulados, que se crían solos, que tienen tolerancia cero a la frustración y
que en definitiva, están deprimidos.
Con todo esto no quiero decir que
esté en contra de la tecnología ni mucho menos, sino en la forma que esta está
siendo utilizada, sin freno, sin control, sin supervisión adulta. Asimismo,
tampoco estoy en contra de los diagnósticos, cuando estos están bien realizados
y enfocados en ayudar al menor y en dar un tratamiento adecuado. Por ello
lanzo esta reflexión ¿No serán muchos de nuestros niños hiperactivos, deprimidos
enmascarados?