El otro día me dijeron en la guardería, que mi hijo había
mordido a una niña, y que ya lo había hecho más veces. Les pregunté que en qué
momento le mordió, suponiendo que sería una riña por algún juguete y me dijeron
que “suponían” que si. Les pregunté a
ver que habían hecho y me dijeron que poco podían hacer porque es muy pequeño
(21 meses), que le señalaron con un toquecito la boca enfadas y le pusieron a
pensar 2 minutos ¿?
A nadie le gusta que su hijo muerda y es más difícil cuando
es el tuyo el que lo hace ya que tienes que vértelas con las demás madres
pensando a ver cómo le educarás y si está consentido y es un salvaje. Supongo
que no pensarán como yo, de forma más benevolente que le están saliendo las 4
muelas, que es muy tenaz, que es enérgico, que no habla bien aún y expresa su
frustración como puede. Con esto no quiero irme al polo de: “prefiero que
muerda él a que le muerdan”, ni mucho menos. No quiero que muerda, ni que le
muerdan y entiendo la posición de cualquier madre que se encuentre en el lado
contrario en el que su hijo o hija sea el mordido, pero pensando el otro día en
la solución adoptada, me pareció una soberana tontería.
Imaginen que un día malo les viene su pareja, o su compañero
de trabajo o un amigo y les dice “no me gusta esto que has hecho, vete ahora
mismo a tu cuarto, o a tu despacho o a tu casa y piensa en lo que has hecho”,
ustedes qué pensarían ¿Qué les han ayudado mucho y que la próxima vez actuarán
mejor y acudirán a esa persona a pedir consejo? O "¿qué derecho tienen de
tratarme así?" Y cuando encima se lo hiciesen delante de mucha gente ¿No se
sentirían bastante humillados? Si no nos parece un trato respetuoso para los
adultos ¿por qué ha de parecérnoslo para
los niños?. Se tiene la extraña idea de que un niño se portará mejor si se le
hace sentir peor, cuando la realidad es la contraria. Un niño se porta mejor
cuanto mejor se siente.
La misma orden da un poco de miedo “vete a pensar” como
si nosotros pudiésemos dominar lo que nadie esté pensando. Probablemente, lejos
de pensar en lo que han hecho pensarán en vengarse por la humillación, o en cómo
hacerlo la próxima vez para que no les pillen o en el peor de los casos
pensarán que son unas personas horribles que no valen para nada.
En los momentos de conflicto, de riñas, de rabietas…la mejor
opción no será el rincón de pensar, humillante y a modo de castigo, sino la
pausa obligada positiva. Está concebida para que los niños se sientan mejor, para
que se calmen de verdad y para que aprendan a salir de un momento de tensión de
forma eficaz. La pausa obligada positiva es un momento de calma en un sitio especial
que ellos mismos han preparado, donde
los niños pueden escuchar música, leer, jugar con algún juguete y cuando se
hayan relajado vendrá el momento de buscar soluciones al problema e incluso a
veces no hará falta, ya que con la propia pausa el problema habrá desaparecido.
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Invertir tiempo en enseñarles el funcionamiento
del la pausa positiva: La mejor forma de enseñarles es el ejemplo. Nosotros los
adultos también podemos necesitar de vez en cuando un momento de calma y tener
preparadas unas revistas o un libro en algún lugar al que retirarnos unos
minutos. En el aula, se puede fabricar entre todos un lugar especial tipo “la
playa”, con algunos juguetes, unos cascos con música, puzles…La profesora no se
va a retirar a ese lugar pero puede sacar un tarro con arena y ponerlo encima
de la mesa cuando necesite unos minutos en los que los niños sabrán que no
deben molestarla.
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Permitir que los niños decoren el sitio
especial: Si los niños no tienen edad suficiente para diseñarla y decorarla,
significa que no tienen edad suficiente para utilizar la pausa positiva y
tendremos que acompañarles de otro modo en sus conflictos. Algunos preferirán decorarla
como una playa, otros como el regazo de
su abuela, otros como unas nubes…Y usaremos estos nombres, menos asociados al
castigo que pausa positiva, cuando vayamos a utilizarla.
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Desarrollar con anterioridad con nuestros hijos
o alumnos un plan para utilizarla: Explicar que a uno de los dos que tenga el
conflicto o a los dos podía irles bien ir a su sitio “feliz” para calmarse e
intentar después buscar soluciones. Por ejemplo diremos ” fulanito estas nervioso, te ayudaría irte a
la playa? O a las nubes?” También es importante la forma de sugerirlo “¿te
ayudaría?” en vez de “vete”. Igual algunos niños están demasiado enfadados para
querer ir y entonces podemos proponerles acompañarles, igual a nosotros como
padres también nos viene bien esa pausa. Si aún así siguen sin querer ir
podemos ir nosotros igualmente, dando ejemplo de cómo una pausa viene muy bien.
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Enseñar a los niños que cuando se sientan mejor
pueden buscar soluciones a su problema. Estas soluciones las buscaremos
realizando preguntas de curiosidad para que sean los propios niños los que
decidan las soluciones y no se las demos hechas. Preguntas como: ¿Que intentabas
conseguir?, ¿Cómo te sientes con lo
ocurrido?, ¿Qué crees que lo ha provocado?, ¿Qué has aprendido de esto y como
puede utilizarlo en el futuro?, ¿Qué soluciones propones ahora?
Demasiado a menudo los adultos intentamos inculcar a nuestros hijos lo que hay que hacer en vez de ayudarles a que ellos mismos saquen las conclusiones y que sepan en un futuro solucionar sus problemas y que se hagan responsables de sus conductas. Esta forma de utilizar las pausas no es permisividad, sino respeto y sin duda es la mejor forma de educar a nuestros niños. Todo el artículo está inspirado en un capítulo del libro “Como educar con firmeza y cariño” basado en la psicología positiva de Jane Nelsen, cuya lectura recomiendo a todas las personas, más aún las que deban educar a niños pequeños. De esta misma autora dejo aquí un vídeo sobre los 5 criterios a seguir para aplicar una psicología positiva en la educación.